Trilogía Todas las canciones de amor que suenan en la radio
de

Hace mucho tiempo que dejé de leer erótica y, después de catar la Trilogía Todas las canciones de amor que suenan en la radio de Cristina Prada, me ha quedado bastante claro por qué dejé de hacerlo. Cuando a todas nos dio el boom de los libros guarretes (es decir, Cincuenta sombras de Grey y pseudo-copias) no recuerdo que me pareciera tan aburrido el tema; al contrario, era excitante.

El piso mil
de

El piso mil de Katharine McGee es un libro al que le tenía echado el ojo desde hace bastante tiempo aunque no ha sido hasta hace unos días cuando, finalmente, decidí hincarle el diente. Me llamaba muchísimo la atención su portada art déco, y el comienzo de la novela también presagiaba lo mejor: una chica caía, misteriosamente, desde una torre de mil pisos. En esa caída, todo lo que la rodeaba, era misterio, glamour y fascinación.

Mi isla
de

Después de las últimas experiencias con las novelas de Elísabet Benavent — y con las de mis autores favoritos en general— tengo que admitir que empecé Mi isla con miedo. Con miedo y muchas ganas. Aunque siempre os he dicho que no había perdido la esperanza con @betacoqueta y que estaban por venir — seguro — mejores novelas que las últimas, en el fondo, soy tan pesimista que pensaba que, irremediablemente, mi idilio con ella se había ido totalmente al garete. Ya me pasó, en cierto modo, con las novelas de mi idolatrada Marian Keyes. Quizás os suene un tanto extremo, pero tenía medio decidido que, si no me gustaba Mi isla, era muy probable que me diera un respiro con el resto de sus libros. Como en las historias de amor, a veces, es mejor terminarlas antes de que todo se vuelva feo. ¡Quedemosnos con lo mejor, no!?

El Poema de la Semana: «La Aurora» de Federico García Lorca

La Aurora La aurora de Nueva York tiene cuatro columnas de cieno y un huracán de negras palomas que chapotean las aguas podridas. La aurora de Nueva York gime por las inmensas escaleras buscando entre las aristas nardos de angustia dibujada. La aurora llega y nadie la recibe en su boca porque allí no hay […]