El cisne de papel
de

Empecé a leer El cisne de papel de Leylah Attar con verdadero entusiasmo. No solo fue por las buenísimas críticas que encontré en Goodreads, la propia trama me pareció fascinante: ¡Una historia de amor que surge de un rapto! Aunque suene un poco a síndrome de Estocolmo, y a estar más colgado que una regadera, el asunto tiene su aquel, ¿no creéis? Además, en peores plazas hemos toreado, ¿verdad?

Maldad latente
de

El mayor reclamo de «Maldad latente» de Sandra Brown era, sin duda, la extraña unión que proponía entre novela negra y romántica. En verdad, una mezcla difícil de encontrar y de llevar a cabo de manera exitosa. Yo, que como sabéis no soy amante de la novela policíaca, me atreví a leerla porque me llamaba la atención el asunto del secuestro. Sí, ya sé que soy un poco rarita — en realidad, después de lo que hemos leído, todas los somos — pero tenía cierto interés en todo lo relacionado con el síndrome de Estocolmo y las relaciones que comienzan en circunstancias tan fatales. Admito que aquellos años de lectura desenfrenada sobre BDSM han hecho mella en mí.

La voz de Archer
de

«La voz de Archer» de Mia Sheridan es un libro que no está mal. Engancha muchísimo (sí, otra vez me he pasado el santo día leyéndolo, hasta terminarlo) y se deja leer. Es romántico, sexy y la verdad es que el personaje masculino no está nada mal. De hecho, es una de las mejores cosas que tiene la novela: el bueno de Archer. Por lo demás, es un libro más, uno del montón. Es bastante previsible.