Mi isla
de

Después de las últimas experiencias con las novelas de Elísabet Benavent — y con las de mis autores favoritos en general— tengo que admitir que empecé Mi isla con miedo. Con miedo y muchas ganas. Aunque siempre os he dicho que no había perdido la esperanza con @betacoqueta y que estaban por venir — seguro — mejores novelas que las últimas, en el fondo, soy tan pesimista que pensaba que, irremediablemente, mi idilio con ella se había ido totalmente al garete. Ya me pasó, en cierto modo, con las novelas de mi idolatrada Marian Keyes. Quizás os suene un tanto extremo, pero tenía medio decidido que, si no me gustaba Mi isla, era muy probable que me diera un respiro con el resto de sus libros. Como en las historias de amor, a veces, es mejor terminarlas antes de que todo se vuelva feo. ¡Quedemosnos con lo mejor, no!?

En la isla
de

Sin duda, uno de los mayores alicientes de En la Isla de Tracey Garvis Graves es la forma en que te atrapa. La manera en que te absorbe. No puedes dejar de leer. El libro no es excesivamente largo, pero no se puede leer de una sentada. Hay que parar, sólo que cuesta muchísimo dejarlo aparcado. La narración, además, se divide entre el punto de vista de cada protagonista por lo que el enganche es mayor. Cada capítulo parte del punto de vista de uno de ellos. Son, también, bastante cortos, por lo que, desde el principio, el ritmo de lectura va cuesta abajo y sin frenos.