Cariño, cuánto te odio
de

Cariño, cuánto te odio, de Sally Thorne, es un libro sobre el que había escuchado hablar más que bien. De hecho, una buena parte de mis contactos de Goodreads lo había leído y las críticas eran, cuanto menos, formidables: que si era el libro del año, que si era una de las mejores novelas que habían leído en la vida… Particularmente, el argumento me parecía un poco sosaina (el asunto de las relaciones laborales en la romántica lleva martilleándonos, por lo menos, desde Beautiful Bastard), sin embargo, las opiniones positivas de las lectoras estaban ahí, y, aunque no debería ser así, pensaban en mi cerebelo más de la cuenta. Por lo tanto, empecé a leerlo, esperando encontrar la pera limonera, y hallando, finalmente, un libro más bien… corrientito.

Trilogía Todas las canciones de amor que suenan en la radio
de

Hace mucho tiempo que dejé de leer erótica y, después de catar la Trilogía Todas las canciones de amor que suenan en la radio de Cristina Prada, me ha quedado bastante claro por qué dejé de hacerlo. Cuando a todas nos dio el boom de los libros guarretes (es decir, Cincuenta sombras de Grey y pseudo-copias) no recuerdo que me pareciera tan aburrido el tema; al contrario, era excitante.

Flower. Un amor intenso.
de

Juro por lo más sagrado que, después de terminar Flower. Un amor intenso de Elisabeth Craft y Shea Olsen, me niego a volver a leer ningún libro más sobre chicos malotes. De hecho, ya había tomado la decisión hace bastantes meses, pero confieso que he sido débil. Sí, otra vez. En cuanto vi, en la sinopsis del libro, las palabras estrella del rock fui de cabeza a por él, obviando, por supuesto, que se trataría de una novela facilona, que me engancharía muchísim0 y que, después de leerla, me dejaría exactamente igual.