Sinfonía de silencios
de Lidia Herbada

Esta es la historia que todos soñamos vivir porque el primer amor nunca se olvida. Laura vive en los años 90, es una joven inquieta con un secreto inconfesable. Muchos sueños por cumplir y una inocencia que perder. Marcos Duarte su profesor de música marcará su vida para siempre. Al final de cada nota suena una melodía. Es el Nocturno de Chopin, que acompañará a sus protagonistas en un viaje inolvidable. ¿Podrá el amor superar todas las barreras?

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Reseña

Conocí a Lidia Herbada (a ver, «conocer» en el sentido virtual de la palabra, no tengo el gusto de conocerla en persona) por su novela 39 cafés y un desayuno. Cuando la ví anunciada en uno de esos sitios donde suelo buscar nuevas lecturas, pensé que era un libro directamente hecho para mí. Iba de relaciones en internet, buscar pareja y ese tipo de cosas. Imaginaba un libro parecido a Contra el viento del norte de Daniel Glattauer, con miles de conversaciones cibernéticas que me hicieran recordar que yo una vez tuve un pasado basado en líneas de códigos.

Sin embargo, me equivoqué. Al final, 39 cafés y un desayuno, es una especie de libro de ruta, de ensayo y error, de lo que puede ser encontrar el amor por internet. Más que una novela, es un decálogo de la fauna que se esconde detrás de un teclado y pantalla de ordenador. Por lo tanto, finalmente, pasé. Eso sí, me quedé con su nombre, con el de Lidia Herbada, y busqué otros de sus libros. Sinfonía de silencios, era el que mejor calificaban y el que mejor pinta tenía… Así que me tiré a la piscina de lleno. Una lástima que ésta no estuviera del todo llena.

No me gusta hacer valoraciones muy negativas de los libros que comento por varias razones. La principal es porque admiro incondicionalmente a cualquier persona que haya tenido los testículos o los ovarios de escribir un libro, independientemente de lo bueno o lo malo que este sea. Admiro a los escritores por su constancia, paciencia, por creer en sus proyectos y, ante todo, terminarlos.  Por eso, cuando me encuentro con algún libro que no solo no me gusta, si no que no me gusta nada… es complicado seguir adelante con este tipo de reseñas. Sobre todo cuando es el primer libro de alguien, presumiblemente muy joven.

El caso es que Sinfonía de silencios no me ha gustado, no me ha gustado nada. Quizás, lo único salvable es la manera de escribir de Lidia, que me ha gustado… del resto, poco más. Para variar, es un libro que, según he estado leyendo, por lo general, suele gustar bastante. La mayor parte de las lectoras que han tenido la oportunidad de tener un ejemplar en sus  manos, lo ponen muy bien. Por esas valoraciones, de hecho, decidí leerlo yo. Lo que suelen destacar, además de la historia de amor, -súper romántica, por lo atemporal y platónico del asunto-, es la maravillosa capacidad de Herbada para retratar una época pasada y que todos recordamos con un gran cariño: los ochenta.

Según mi punto de vista, Sinfonía de silencios es un libro cargado de tópicos y de branding-sin-venir-a-cuento. Por lo tanto, si eres una persona que se pirra por lo más manido del universo y a la que la mención de una marca de chicles que tienes olvidada en lo más hondo de tu subconsciente infantil le causa una satisfacción parecida a la de un orgasmo… ¡Enhorabuena! ¡Es tu libro!

Para el resto de la raza humana… posiblemente no.

La espléndida historia de amor atemporal y platónica es (y ahora vienen algunos spoilers) es el enamoramiento de una chica (manido) de su profesor (muy manido) de música (manidísimo), que le enseña a tocar el piano (¿puede estar más manido?), concretamente a Chopin (Si tocas el piano, tocas solo Chopin. ¡Manido!). Originalidad al límite. Además es la típica historia con la que no haces más que subir la cejas de asombro, de pasmo… y no por motivos muy positivos.

Por otro lado, por el retrato asombroso de una época pasada y dulce, la gente entiende, simple y claramente, un paleo-branding descarado y que, en la mayor parte de los casos, no viene a cuento. Por ejemplo:

Allí entre los instrumentos se siente Atila llevando a los Hunos, logra sentirse importante, por fin se reencuentra con un lenguaje que había perdido, un lenguaje donde no hay palabras pero sí armonía, aquello que le falta a su vida. Sus pies se pegan en el suelo como el chicle Cheiw.

A ver, yo no soy una insensible a la que no se le escapa un poco la lagrimilla de nostalgia cuando le recuerdan la marca de chicle de su infancia, pero entiendo, también, que queda un poco pelmazo recordar marcas y situaciones de manera artificiosa, a lo largo de todo un libro, para, simplemente, conmover al personal. Si alguien quiere recordar su infancia, o su juventud, que lea Yo Fui A EGB por ejemplo, que va directamente a eso: a despertar nuestra nostalgia. Retratar una época no es poner junto a la palabra chicle, «Cheiw«; o junto a la palabra reloj, «Casio». Más que nada, porque se trata de un engaño. Nos mencionan cierta marca de relojes, y nosotros, por nuestra cuenta, hacemos el resto: la cargamos de connotaciones positivas, desde el punto de nuestra historia personal. ¿No va a ser un retrato espléndido de la época? ¡Es nuestra propia visión o retrato de la misma! Cuando leo la palabra «Cheiw«, recuerdo a mi abuela comprándomelos en el kiosko de la esquina; a mí, de uniforme; hasta la forma que tenía entonces aquella calle donde esperábamos el autobús. Por eso, retrata también aquella época: porque nosotros mismos la creamos. La autora, lo único que hace, a mi modo de ver, es dejarnos «señuelos» a granel para que nosotros hagamos todo el trabajo creativo. ¿Qué merito hay en eso?

No lo recomiendo, pero como estamos en un país libre -por el momento-, ya sabéis, sois dueñas (y dueños) de vuestros destinos y almas. No es nada personal hacia la autora, por supuesto. Simplemente, no me ha gustado.

Escrito por El Ojo Lector

Soy El Ojo Lector y me encanta leer. Vivo en Sevilla (Andalucía, ES), con mi novio y mi chihuahua-pantera Panchito. Soy fanática de Los Beatles, me encantan los frijoles, el sushi, los macs, el Real Betis Balompié y las películas de Rocky. Desde 2008, leo y reseño en la sombra. Recomiendo libros. No esperes críticas edulcoradas; no las encontrarás, para bien o para mejor :)